Esperar se ha vuelto parte de mis días, de mis minutos, de mis segundos... es como una vocación abrazada sin querer, sin decidirlo, que se dió de forma natural, espontanea y paulatina... a gotas.
No tengo tiempo ni medida de mis días de espera, aunque podría jurar que ha sido siempre, que ha sido eterna.
A veces pienso si sabré reconocer el momento en que mi espera haya terminado o si de tanto esperar la costumbre, la monotonía, la soledad o el temor me impidan darme cuenta.
A pesar de todo y por extraño que parezca, a veces, sólo a veces, disfruto esperando, sobre todo los días de lluvia y cuando salgo por allí, con mi camara, a congelar instantes, momentos, personas con los que me cruzo mientras espero.
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